lunes, 30 de noviembre de 2009

El divorcio de los Duques de Lugo






El miércoles pasado, 25 de Noviembre de 2009 se hacía público que se comenzaban los trámites para el divorcio de S.A.R. la infanta Doña Elena y D. Jaime de Marichalar La noticia se hizo pública mediante un comunicado emitido por los abogados de los Duques de Lugo en donde se especificaba que se trataba de una decisión tomada de mutuo acuerdo, y cuyos términos se mantendrían en la intimidad para proteger a Felipe Juan Froilán de Todos los Santos y Victoria Federica, los hijos de la pareja, menores de edad.

Cabe preguntarse ¿Es protocolariamente correcto que una infanta se divorcie?

El protocolo nos habla de saber ser y saber estar, y en este sentido, tanto su Alteza como D.Jaime de Marichalar han hecho gala de ambas cosas. Han sabido ser consecuentes con una circunstancia, como es una dolorosa ruptura de un matrimonio después de 14 años, evitando la precipitación y dándose dos años para intentar solucionar las cosas, hecho que desgraciadamente no ha podido ser. También han sabido estar con su discreción, a pesar de las presiones mediáticas recibidas y muy especialmente, por el bien de sus hijos de lo que se han ocupado en todo momento.

Optar por el divorcio es una opción personal de una pareja y una manera de regularizar civilmente su estado. El protocolo de la Casa Real no prescribe nada al respecto. Si bien hasta ahora las desavenencias conyugales se tapaban y se mantenían las formas sociales. Los condes de Barcelona, por ejemplo, vivían separados igual que ocurrió con Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Hoy las cosas han cambiado. De hecho, S.A.R., Doña Leticia Ortiz está divorciada de su primer marido.
¿Es cierto que Don Jaime de Marichalar pierde su título de Duque de Lugo?¿Mantendrá algún tratamiento específico?

Hasta que no obtenga el divorcio seguirá siendo el Duque de Lugo. Hay que recordar que este título fue concedido por el rey a su hija y a Don Jaime de Maricharlar con motivo de su matrimonio y que no es hereditario. Tras realizarse el divorcio, hoy en trámites, Don Jaime de Marichalar perderá el título nobiliario al dejar de ser el consorte de Doña Elena.



El tratamiento que hoy merece por ser Duque, es el de Excelentísimo Sr. Cuando ya no sea Duque, recibirá sólo el de Señor, como cualquier caballero.
Del comunicado que hizo público la Casa Real llama la atención dos cosas. En primer lugar, que para dar la noticia se diga literalmente que los abogados tienen el honor de comunicar ¿Es correcto decirlo así?

A primera vista, el texto da lugar a equívoco, pero es correcto. Aunque nos suene extraño leer que es un honor, es que éste es de los abogados , que son los que emiten el comunicado. No debe confundirse con que pueda ser un honor para la casa Real y tampoco que, se un honor comunicar que han acordado el divorcio.



Cuando la Casa del Rey comunica utiliza la expresión “Es un honor” suele ser para invitaciones o agradecimientos no para participar de una noticia dolorosa. Este comunicado es de los abogados, no de la Casa Real.

Por otro lado, en ese comunicado se hace una explicación de que Doña Elena y Don Jaime mantienen una fluida interlocución y además se testimonia el afecto que siente la casa Real por D.Jaime ¿esto es protocolariamente adecuado?
No es incorrecto. Tal vez no hubiera sido necesario exponer estas dos cuestiones, sin embargo, es un acierto, ya que por un lado se acalla que pudiera haber enfado previo o posterior al acuerdo llegado y que además, no existe malestar ni Negritaenfado con Don Jaime por parte de la familia Real. Ejemplifica así un divorcio de mutuo acuerdo, civilizado y modélico.

A raíz de la noticia se especula que posiblemente se pida la nulidad matrimonial ¿Sería protocolariamente correcto?
Hoy por hoy desconocemos si se va a tomar esta medida y si existen posibilidades de conseguirlo. La nulidad matrimonial supone que el matrimonio no ha existido y no puede surtir efectos, excepto, respecto de los hijos. Para que un matrimonio sea declarado nulo el Derecho Canónico establece que se tienen que haber dado unos supuestos que estipula claramente. No sabemos si alguno concurre en este caso. Parece coherente pensar que pueda ser solicitado. Doña Elena y Don Jaime son católicos practicantes y sus hijos también. Si desde luego quieren rehacer su vida y contraer matrimonio católico deberían previamente haber obtenido la nulidad del matrimonio actual. Si así fuera, el proceso sería tramitado en el Vaticano, porque como hija de un rey la ley así lo requiere.

En las Monarquías Católicas el caso más reciente de nulidad fue el conseguido por la Princesa Carolina de Mónaco, quien obtuvo la nulidad de su matrimonio con Philippe Junot 12 años más tarde de haberlo solicitado. Sin embargo, no se ha vuelto a casar por la iglesia, por lo que a efectos de la religión católica es soltera.

¿Qué antecedentes de separaciones y divorcios hay en la monarquía española y europea?
Este divorcio no es el primero en la historia de la Casa Real española. Pero sí es la primera vez que se produce con un hijo de soberano reinante. Realmente es el tercero, tras los del Príncipe Alfonso de Borbón y el Infante Don Jaime, hijos de Alfonso XIII entonces en exilio, y supone también la tercera separación matrimonial de una Infanta desde 1900.

La primera Infanta en dar este paso fue doña Eulalia, hija menor de Isabel II, que contrajo matrimonio en 1886 con su primo hermano Antonio María de Orleans, hijo de los duques de Montpensier, y de quien se separó en 1900, lo que causó un escándalo en aquella época. La suya fue una boda por intereses de Estado, ya que, tras la muerte de su hermano Alfonso XII en noviembre de 1885 y sin heredero varón, era necesario aportar descendientes a la Familia Real, por lo que se aceleraron los trámites.

El 31 de mayo de 1900, el matrimonio firmó el acta de separación en el consulado español en París ante la presencia del embajador español, acto con el que se legalizaba una situación de facto, ya que la pareja no se dejaba ver junta en actos oficiales desde 1895. Doña Eulalia se instaló definitivamente en el Palacio de Castilla, residencia de Isabel II en París, tras una decisión que fue aceptada por la familia Orleans, pero controvertida en la Corte y en el seno de la propia Familia Real.
Tras considerarse en 1910 desligada de cualquier obligación con la Familia Real, Doña Eulalia publicó un año después su libro Al filo de la vida, en el que abogaba por el divorcio y defendía la emancipación femenina, lo que provocó una gran polémica en España.
En el momento de su separación, su madre Isabel II, ya había abdicado a favor de su hijo, el rey Alfonso XII, éste había fallecido y Alfonso XIII era el soberano que reinaba bajo la regencia de su madre María Cristina. Por tanto, la infanta Eulalia tampoco era hija de soberano reinante en el momento de su divorcio sino tía del rey Alfonso XIII.

También se separó de su esposo, el conde Zamoyski, la Infanta Isabel Alfonsa de Borbón, hija de la Infanta María de las Mercedes, primogénita de Alfonso XII. Su boda, celebrada el 9 de marzo de 1929, fue la última de la Familia Real celebrada en España antes del exilio. La Infanta tras su separación decidió instalarse con sus cuatro hijos en Sevilla, donde su padre, el conde de Caserta, le compró una finca para que la explotara y fuera su medio de sustento. Vivió una existencia singular para su rango, trabajando el campo y vendiendo sus productos, mientras su esposo fijaba su residencia en la localidad francesa de Cannes.
El primer miembro de la Casa Real española en divorciarse fue Don Alfonso de Borbón y Battemberg, hijo primogénito de Alfonso XIII, que lo hizo en dos ocasiones. Casado en 1933 con la cubana Edelmira Sampedro-Ocejo y Robato, decisión que le apartó de la línea sucesoria, se separó de ella en mayo de 1937 en La Habana. En julio de ese mismo año contrajo nuevo matrimonio con Marta Rocafort y Altazarra, de quien se divorció en enero de 1938, poco antes de su muerte.
El siguiente divorcio en la Familia Real estuvo protagonizado por el Infante Don Jaime, también hijo de Alfonso XIII, que en 1935 se casó con Enmanuella Dampierre y se divorció en 1947, dos años antes de contraer matrimonio con la cantante de ópera Charlotte Tiedemann.
La historia en las Cortes europeas es, no obstante, bien distinta. El caso más reciente es el divorcio del príncipe Joaquín de Dinamarca. El hijo menor de la reina Margarita volvió a casarse con Marie Cavalier, tras divorciarse en abril del 2005 de la condesa Alejandra, con quién tiene dos hijos, Félix y Nicolás.
El precedente en la Familia Real inglesa lo marcó la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, al separarse oficialmente de Anthony Amstrong-Jones en 1976. La reina Isabel calificó 1992 de Annus horribilis y fue, en gran parte, por las separaciones de sus tres hijos mayores. La crisis matrimonial del Príncipe de Gales se hizo evidente ese año aunque el divorcio de la princesa Diana no se produjo hasta 1996. En 1992, la princesa Ana firmó el divorcio de su primer marido, el capitán Mark Phillips y celebró su nueva boda con Tim Laurence. Por último, los Duques de York, el príncipe Andrés y Sarah Ferguson, decidieron dar por finalizado su matrimonio ese año si bien el divorcio fue ratificado en 1996. La princesa Irene, hermana de la reina Beatriz de Holanda, disolvió su matrimonio con Carlos Hugo de Borbón Parma en 1981,